“No me da la vida”, “Me da pánico volver al trabajo”, “Mi empresa está en ERTE ¿está en riesgo mi puesto de trabajo?”, “He perdido a familiares y amigos sin poder despedirme”…
Estas frases te resultarán familiares. Quizá por ser tu caso, quizá por reflejar la situación de familiares o amigos, o por responder a la realidad de las personas de tu organización. Y es que nos encontramos ante una nueva pandemia. Otra que también es invisible y parece que se contagia: la ansiedad y el estrés que nos provoca enfrentarnos a una situación compleja e incierta, a una “nueva normalidad” que le hemos llamado y que tememos por diferentes circunstancias.
Son múltiples las peticiones, individuales y de empresa, que nos han llegado en abril, mayo y junio para abordar esta segunda pandemia, que, de una forma u otra, ya estaba instalada en nuestras vidas: el estrés. Según el Instituto Nacional de Estadística, en España el 60% de los profesionales dicen padecer algún síntoma de estrés y el 30% de las bajas laborales tienen su causa en él. La Organización Mundial de la Salud, por su parte, avanzaba el año pasado que en 2020 la ansiedad y la depresión serían el primer motivo de baja laboral a nivel mundial. Esta realidad se ha visto agravada por la crisis del COVID-19, y preocupa tanto a nivel personal como organizacional.
En esta pandemia, como en cualquier otra, buscamos una vacuna, algo externo que nos permita eliminar unos síntomas derivados de un mecanismo, que, por otro lado, es imprescindible para la supervivencia humana.
¿Qué es el estrés?
El sistema de estrés es uno de los principales en nuestro sistema nervioso. Permite generar respuestas adecuadas en situaciones de peligro, como puede ser un incendio. Nuestro cerebro interpreta que una situación concreta es un riesgo para nuestra vida, y automáticamente genera las órdenes necesarias para que las glándulas suprarrenales generen los corticoides que acelerarán nuestro ritmo cardiaco y abastecerán de riego sanguíneo a nuestros pulmones y nuestros músculos. Nuestra respiración se acelerará y estaremos preparados para una respuesta adecuada de estrés: bloqueo (no avanzar hacia el peligro), huída (poner en marcha nuestro sistema muscular para alejarnos lo más rápidamente del peligro) o lucha (sobreponernos al miedo para intentar aplacar las llamas con mantas, agua o extintores). Podemos decir que estamos ante un estrés “bueno”, que se denomina “eustrés”.
El problema se produce cuando nos encontramos permanentemente en situación de peligro, lo que no suele ser habitual, o cuando nuestra mente configura como peligros situaciones comunes en la vida cotidiana, activando una y otra vez el sistema de estrés. La incertidumbre, el miedo a lo desconocido, la falta de confianza en los recursos propios, etc, actúan en nuestra mente de igual forma que un incendio, acelerando la producción de cortisol, en exceso, y generando múltiples causas de enfermedad. En este caso, nos encontramos ante el estrés malo, o “distrés”.
s. . a ¿Qué podemos hacer?
- Realizar un correcto diagnóstico:
Como ante cualquier otra disfunción, lo principal es estudiar las causas. El origen del distrés está en la calificación que realizamos sobre una situación como “amenazante”. La Fundación Más Humano publicó que el 72% de los empleados atribuye el estrés a la reorganización del trabajo o a la inseguridad laboral. Muchas organizaciones, en la época de pandemia han vinculado el estrés de sus empleados a la falta de cotidianeidad en el teletrabajo, la sobrecarga por la combinación de responsabilidades familiares y laborales, o la ansiedad por su futuro. Sin embargo, al entrar en materia, nos hemos encontrado con que en muchas de las ocasiones el estrés se debía al desconocimiento de los procesos a aplicar, la falta de apoyo de los líderes o compañeros, carencia de medios o exceso de tareas. Nuestros cuestionarios de diagnóstico, dirigidos a empleados, líderes o equipos completos, identifican 7 causas de estrés laboral:
- Demanda laboral: supone que la carga de trabajo sea excesiva o requiera habilidades superiores a las habituales del puesto.
- Relación esfuerzo-recompensa: El estrés surge cuando el empleado no encuentra relación entre sus necesidades y el reconocimiento obtenido por el trabajo realizado.
- Índice de control: el empleado percibe tener alta responsabilidad sin libertad de actuación.
- Cambio organizacional: derivado de cambios en los procesos, equipos o tecnología.
- Falta de apoyo por parte de los gerentes o supervisores: por ejemplo, estableciendo fechas límites inasumibles o realizando peticiones sucesivas sobre el mismo encargo por no expresar correctamente las instrucciones.
- Apoyo social: percepción de falta de colaboración, abuso o desentendimiento por parte de los compañeros.
- Percepción de inestabilidad laboral: miedo a perder el trabajo, ausencia de oportunidades de promoción o falta de apoyo en promociones rápidas.
Identificar las causas de estrés permite elaborar una vía concreta y precisa de actuación, no solamente a nivel individual, sino también en equipos.
Cómo actuar:
Lo que recomendamos es diseñar experiencias de aprendizaje que permitan cambiar el estrés por resiliencia. Cada uno de los estresores mencionados anteriormente, funcionan de manera distinta para cada persona. Ante el mismo volumen de trabajo, dos personas reaccionan de forma diferente. De igual forma sucede ante dos personas con el mismo jefe, o ante situaciones externas idénticas. Esto implica que la causa del estrés no es externa, sino que depende de la interpretación individual. Existe un proceso mental en el que identificamos la situación como peligrosa o indeseable: algo que evitar, o ante lo que huir o luchar. Entender este proceso de pensamiento facilita la suspensión de los juicios. La segunda clave es la comprensión de nuestra capacidad innata para el bienestar y la adaptación positiva, realizando o solicitando los cambios necesarios en cada situación. Pongamos por ejemplo la situación de una persona que se encuentra angustiada por el volumen de trabajo y su incapacidad de adaptar todas sus responsabilidades familiares con la respuesta que se le pide. El distrés proviene de la narrativa de la persona sobre esta situación, muy similar a las frases con las que comenzábamos este artículo:
- “no me da la vida” = me voy a morir.
- “tengo que hacerlo o si no me despedirán” = no voy a poder pagar mis facturas ni dar de comer a mis hijos.
- “mi jefe me va a matar si no lo termino” = mi vida va a terminar o me van a despedir.
Cada una de estas frases son “sentencias de muerte”, algo peligroso que dispara una y otra vez nuestro sistema de estrés e impide que pensemos con claridad, que seamos más efectivos o que podamos generar una respuesta alternativa. Retar este patrón de pensamiento a través de experiencias que permitan una calma mental, permite que se genere un espacio para la creatividad y para generar una acción conectada y consciente.
Nota: En Ynfinit trabajamos la gestión del estrés y la resiliencia para directivos, equipos y profesionales desde un paradigma nuevo, descubre cómo trabajamos.